La lengua despierta de Ingrid Odgers
Aprendimos a escribir desde la desolación, como si el escritor supiese escribir desde otra trinchera. El lugar del arte siempre ha sido ese, la soledad.
Desde esta visión es que Íngrid Odgers (criatura de lengua insomne y viva) viva permanentemente, crea este precioso registro de su cautiverio, como lo hiciera Cervantes, Gómez Morel, solo por nombrar algunos. Pero, ¿quien no escribe desde su propio encierro? Todos. Porque la necesidad de registrar el páramo que sucede a nuestros ojos es misión del artista, es una obligación.
Los poemas que se encuentran en este libro, relatan esta nueva forma de cautiverio llamado cuarentena, confinamiento, y pareciera que, al igual que a Bill Murray, no hubiese días distintos, que todos son iguales incluyendo fines de semana y feriados. Cito:
“En la rutina criminal/ que apuñala las horas/ y extermina/ lengua presente/ lengua pasada”.
Mas aun, darnos cuenta que la hermosa casita que compramos para vivir, solo sirve para dormir, lo bajo de los techos, los escasos metros cuadrados, tan bien distribuidos en la publicidad mentirosa del habitar. La autora nos dice:
“La soledad ha subido las escaleras”.
Y es que ya el desamparo es una buena porción de vida que asumimos, junto con la muerte temprana, amenazados permanentemente, condenados sin juicio, sin defensa, sin nada.
Los insectos comienzan a presagiar la muerte, y “todo era olor a muerto”, como diría Gonzalo Rojas y como si Uribe le contestara desde la calavera desdentada: Los insectos son símbolos de muerte, y desde Estados Unidos Rosenmann Taub, les dijera “desde el pañal de hormigas” que sostienen los muertos precoces. Ingrid, responde desde Concepción:
Me niego a ver el submundo que domina/ la miseria humana que cargan indolentes/ en el antro del ocio o de su imperio / Preguntas por dolores / Solo veo insectos, heridos y caretas.
Y la muerte continua en su laya y las cifras que vemos en la televisión o escuchamos desde los comunicados oficiales, no tienen nombre , menos rostro y las bolsas selladas con abuelos, madres y padres, hijos e indigentes naufragan en las morgues atestadas de nuestro país y del mundo.
El significado de ola, que hace casi doce años nos hiciera temer en la orilla de las costas de Chile, hoy sigue amenazando con su impronta tragadora y devastadora.
Pero este registro de la autora, escrito en un lugar terrestre con ánimo masivo, se remonta a otra historia conocida por los chilenos: El estallido social, una guerra instalada en las calles y calabozos, con sus ojos cercenados, con los bustos de invasores botados en las plazas, símbolo de destrucción de antiguos paradigmas de salvación y descubrimiento.
Recuerdo haber llegado un día de primavera de 2019 a este Concepción de ventolera y gaviotas perennes y ver a un Lautaro adornado de banderas multicolores, multiculturales, arrebozado como un santo en festividad en una esquina de la plaza y el busto de Valdivia a sus pies, como si más de 400 años fueran un suspiro en la relatividad del tiempo.
Perdigones sembrados en las calles y en los ojos, en el cuerpo de los gallardos, de los inocentes, del lumpen y del flaite ladroncillo hijo del margen y del Sename, hoy, Mejor Niñez (quién cree en eso, por favor).
Pero Ingrid es de ojos abiertos y lengua insomne y su registro trascenderá como una historia versada, como una testigo fiel de las revoluciones sociales y de la muerte atrevida, refugiada en un virus.
Por
Laura Daza Valenzuela
Escritora y editora
ENERO 2022
DE TU SANGRE CAUTIVA DE INGRID ODGERS
POR GREGORIO ANGELCOS
La novela de Ingrid está caracterizada por tres elementos que se expresan con nitidez a través de su protagonista Isabel Miranda: la vocación, la evocación, y los sentimientos comprometidos. Aunque la narradora es omnisciente, y maneja los tiempos de sus personajes, su propósito es develar las emociones más íntimas del personaje central, en el mismo instante en que se producen consciente e inconscientemente. La autora impresiona con un determinado orden temporal. Tanto conciencia como inconsciente fluyen libres, con una organización lógica y con un narrador cuya función es transcribir los pensamientos tal cual son eyectados por su mente, se trata de un fluir de la conciencia.
La historia está escrita con un tono intimista, reflexivo, desde la mirada de la protagonista central y de la narradora. Isabel siente una atracción diferente frente a Pedro, ambos son escritores, y la literatura es uno de los ejes centrales de esta novela que los vincula desde la adolescencia, con intervalos de separación física, pero que se mantiene como sustento de una ilación metodológica que se irá fortaleciendo desde el punto de vista de la argumentación a medida que transcurre el tiempo.
La evolución de la trama está determinada por la utilización alternada entre el tiempo cronológico y el tiempo de la conciencia, este último inmedible, porque los vaivenes del mundo interior de la protagonista en sus disquisiciones y en los hechos, o acciones en las que se desenvuelve, son extensos y silenciosos. Acción y reflexión se articulan con eficiencia en el relato a través de un lenguaje claro, lúcido, pero lleno de dudas existenciales.
No cabe duda que la narradora está involucrada con los acontecimientos de esta relación entre Isabel y Pedro, por momentos pareciera que Isabel es Ingrid, o Ingrid es Isabel, pero este enigma solo lo podría revelar la escritora de la novela De tu sangre cautiva.
Se define lo cautivo a la persona que se siente atraída o dominada por una cosa o una vocación en particular. ¿Quién y por qué está cautivo o cautiva en este relato?, y si además anteponemos el sustantivo sangre, estamos comunicando desde el principio, afirmando, reconociendo la adicción o dependencia desde lo fisiológico y o emocional de los protagonistas de esta trama.
Pedro es poeta, y la poesía sume, consume, atrapa a personas que se relacionan con ella, en este encuentro entre sujeto y obra, la relación los puede conducir a las alturas, al limbo de los reconocidos, al cielo de los creadores, o al ostracismo del ejercicio silencioso y perverso de este oficio. La poesía lo atrapa, lo seduce, le proporciona un perfil que lo asocia a la profundidad en el uso de las palabras, a la armonía subjetiva, a la estética de la comunicación con sentido artístico. Por esta razón Pedro es un contraste entre hombre y concepto, cuando es hombre, su vida tiende a la informalidad, al uso desmedido de la libertad, desplazándose por las zonas oscuras del espíritu humano, pero cuando se vincula con la poesía, es abierto, un poco iluminado y percibe que su único y verdadero amor es su creación.
Por su parte Isabel lo contempla, le profesa cierta admiración, ella tiene un proyecto literario en ciernes, quiere avanzar y concluir su novela, hay un dejo de tormento en esta relación.
La impresión que provoca la lectura es que hay un tipo de dependencia unilateral, una sujeción de Isabel, donde se observa un eclecticismo entre la realidad objetiva de su entorno con las interpretaciones que hace de su situación contractual. Ella es contemplativa, observa atenta y detenida su ambiente, y se cuestiona en el contexto, el destino incierto en el que se desenvuelve su universo personal.
Advierto que la novela oscila entre el dominio y el desencanto, tiene un trasfondo crítico que mantiene en tensión a los potenciales lectores, quienes pueden aprehender la esencia y la existencia en espacios minimalistas, de seres acongojados con sus relaciones y problemáticas circunstanciales.
Isabel está ensimismada en la evocación de una experiencia sin tiempo que hace irreconocible lo inmediato.
Quien lea De tu sangre cautiva de Ingrid Odgers accederá al particular mundo de los escritores y su pasión por la literatura, los problemas en los que se desenvuelven, y en los intentos de relacionar su obra con la realidad, los procesos de autodestrucción de algunos, la vanidad y los conflictos, el frontal desborde de sus egos, los resentimientos y la competencia, pero en síntesis, paradojalmente, un mundo rico en matices, donde el autor se enfrenta a la necesidad de escribir y consumar su obra, y en el intento exponen su vida en un despeñadero, donde la caída vertical hacia el abismo, son sus sueños y sus esperanzas, en la digna búsqueda de un estado emocional mejor.
Finalmente, señalo que la escritura de esta novela refleja oficio y madurez en el uso adecuado del lenguaje, con un ritmo pausado, pero expresivo a la vez. Hay una belleza en la historia que no es explícita, los personajes son esenciales, vitales, específicos. No son estereotipos genéricos de la realidad, Y en cuanto al desenlace, la autora nos sorprende con un quiebre magistral, nadie se anticipa a los hechos, es casi imposible inferir lo que sucederá con Isabel y Pedro, y a pesar del dolor que provoca su última acción y definitiva, la sensación que queda es de tranquilidad y aceptación del destino de ambos. No podía ser de otra manera.
CRÍTICA
‘MÁS SILENCIOSA QUE MI SOMBRA’
De Ingrid Odgers
POR FEDERICO KRAMPACK
Al momento que uno comienza a leer la novela ‘Más silenciosa que mi sombra’ de la autora penquista Ingrid Odgers, de inmediato se le vienen muchas imágenes icónicas a la mente: Virginia Woolf, mujeres en problemas, en rígidas bitácoras de vida y acongojadas con el puterío de la realidad chilena diaria, Katherine Hepburn (la fierecilla indomable del cine anterior al Tecnicolor), Frida Kahlo, esa mujer de cómic (con pañoleta roja a la cabeza y el puño alzado) que aparece en las publicidades vintage de un feminismo en pañales que reza YOU CAN DO IT.
Si debiéramos resumir en una sola palabra esta pequeña obra maestra penquista, sería con un agudo, obtuso y chirriante ‘verídico’. Esto es verídico. ‘Más silenciosa que mi sombra’ tiene tantas dolorosas capas de verdad, que parece superar a la ficción. YOU CAN DO IT, Ingrid.
Una mujer furiosa y áspera con la vida nos habla desde la primera página con un ímpetu cotidiano, cercenador, monótono a ratos, con una respiración mecánica que resulta agotadora, pero con una gran luz interior. Del primer párrafo, ya empieza a hablar mal del marido, y a medida que uno avanza en el relato, las descripciones se hacen más explícitas.
Puede sonar un aspecto desconcertante, de carácter feminista, radical (que se puede aplicar también a la teoría de género o la literatura de Simone de Beauvoir), pero lo cierto es que ‘Más silenciosa que mi sombra’ es de todo, absolutamente de todo, además del tono feminista que impregna toda la novela, un feminismo natural que se encuentra en el chip mental de todas las mujeres, pero que muy pocas se atreven a ponerlo en la práctica e incluso manifestarlo, aunque sea en cosas pequeñas, en esos detalles inocuos del diario vivir que, vistos con lupa, están adornados con una buena dosis de anarquismo. Lo que tiene de sobra la novela es una buena dosis de bullicio, griterío interno, descorazonador, y de remezón social como para remover mil lectores de un viaje. No es literatura chilena a la antigua. No es narrativa lacónica y prácticamente romántica, sin ‘barniz’ de mujeres para mujeres, a lo Marcela Serrano o Isabel Allende. Es prácticamente dinamita pura, como bien podría decirse del arte de Frida Kahlo, citando a André Breton: ‘Una cinta alrededor de una bomba’.
Ingrid Odgers es un producto regional invaluable. No está en las grandes librerías del país como una best-seller ni mucho menos es alguien que sale en los avatares del Arte y Letras de El Mercurio, pero PODRÍA estarlo. La bomba aquí se llama ‘realidad’, dura y tóxica de una mujer chilena de edad media que naufraga en la rutina, el estado ruin del mundo laboral y la desesperación en el matrimonio típicamente aburrido y fastidiado, con un marido apagado, prehistórico que sólo busca sexo y comodidad social, y materialista, pero también una realidad tremendamente esperanzadora, a pesar de todo el tono gris, ruin, predecible a ratos y decadente que tiene (en apariencia) la novela.
Desarrollada en un ambiente chileno cotidiano en la ciudad de Concepción, y narrada en su totalidad en primera persona, ‘Más silenciosa que mi sombra’, de primeras, pareciera moverse con un tono oscuro, incluso hasta amargo, a través de los pensamientos, broncas y anhelos de Verónica, su trepidante y analítica protagonista, pero a medida que avanza el relato va tomando un tono menos lúgubre y más vívido.
Del blanco y negro paulatinamente va pasando al color, al fuego, al lenguaje soez, al lenguaje del cuerpo, al discurso del cuerpo, en un tono carnal y cotidiano, sin ser esteta ni mucho menos barroco, sino real, sin mayores adjetivos, sin mayores adornos ni trampas de narración, algo que se agradece pero que también se critica enormemente, puesto que carece de hipérboles o de metáforas que podrían haberse aprovechado más aún dado el carácter furibundo de la protagonista. La descripción a ratos parece simple, desganada, pero quizás ese mismo aspecto algo lánguido del estilo en que está narrada la historia, sea el espectro de la misma protagonista, un espectro fúnebre, demacrado y que va a tono con la historia que pasa por toda la oscuridad y rabia posible hasta encontrar pasajes de luz y de fe.
El modo en que se relata ‘Más silenciosa que mi sombra’ es de carácter puramente personal, a modo de diario de vida, sencillo, íntimo y desprovisto de elementos estéticos propios de la novela. Se evitan las descripciones explícitas, las analogías o componentes que parecieran ser muy decorativos y hasta prescindibles. Los días de la semana (tan debidamente marcados al inicio de cada capítulo) nos da la sensación de que nuestra protagonista vive cada día bajo un sistema totalitario y que las sorpresas no serán algo muy corriente dentro del relato, puesto que todo el tono es demacrado, tedioso, agotador, la protagonista se ve cansada siempre, y la rabia contenida se siente en todos los capítulos.
Si hay un aspecto que destacar notablemente del trabajo de Odgers, es su maravilloso y tallado nivel de sexualidad y de sufrimiento debidamente marcado y narrado, pulcro, fino y desprovisto de tabúes, que para muchos (como este servidor) les recordará dos célebres ejemplos desde ya por la temática y el telón de fondo: la ‘Madame Bovary’ de Flaubert y ‘La señora Dalloway’ de Virginia Woolf.
Aunque son referentes extremos de la literatura y que parecieran estar a años luz de la obra aquí expuesta, tanto por influencia como por estilo, lo cierto e indudable es que Odgers recoge elementos básicos de la literatura inglesa y francesa que de alguna manera logró encapsular la terrible realidad social que escondían las mujeres de la época (y en realidad, de todos los tiempos inherentemente); y principalmente de la obra de Woolf a través de la insistente, atrevida (y en ciertos pasajes, hasta molesta) narración de detalles y labores cotidianas. ‘A las nueve en punto llega el ogro, me mira, me pide un café, se mete a la ducha, se viste rápido, de un trago se toma un café y abre la puerta de calle al tiempo que dice ya…’
De por sí, la sola descripción de actividades y gestos en seguidilla, como un rito impuesto, despiertan en el lector una sensación de hastío tremendo, un sopor diario que se hace tedioso, una rutina que se hace cada vez más espantosa, algo que logra transmitir de manera excelente su autora. El tono decadente y de impotencia logra poner la piel de gallina y más aun sabiendo que la historia puede perfectamente adecuarse a la realidad chilena.
En lo personal, Odgers y su obra me recordaron mucho a la película ‘Las horas’ (efectivamente basada en una obra de Virginia Woolf) del director Stephen Daldry, donde el personaje de Julianne Moore (la que está ambientada en plena era de la post guerra en EE.UU.) pasa por similares estados que la protagonista de ‘Más silenciosa que mi sombra’. Su mundo es una burbuja donde el ser mujer y esposa no es más que una brutal sentencia de muerte (o de vida), su felicidad se ve truncada por la falta de apetito por el amor y la fe, no tiene deseos de seguir edificando esa ruin bitácora de levantarse y saludar al marido y prepararle dignamente el desayuno, atender a su hijo y además tener en cuenta que está embarazada nuevamente.
Ese mismo retrato de la protagonista de la película, está perfectamente amoldada al personaje de Verónica acá en la novela; es una mujer tremendamente acongojada, furiosa con el mundo y su papel, su sexo, el por qué le tocó esta realidad y no otra, por qué a mí, por qué esto. Verónica, de por sí, representa de manera inconsciente muchas realidades chilenas de la mujer contemporánea: la mujer puesta en una burbuja social donde su voz no hace eco, ni como esposa, ni como madre, ni siquiera como mujer.
En el caso de ‘Madame Bovary’, el hecho de que aquí se repita el mismo parangón de la mujer reprimida y encerrada en un receptáculo de rol mujer-esposa-madre, no es casualidad. Ya lo había escrito Flaubert: ‘Un hombre, por lo menos, es libre. Puede pasar por todas las pasiones, recorrer los países, saltar los obstáculos, hincar el diente a los más exóticos placeres. Pero una mujer está continuamente rodeada de trabas. Inerte y flexible al mismo tiempo, tiene en contra suya tanto las molicies de la carne como las ataduras de la ley. Su voluntad, igual que el vuelo de su sombrero sujeto por una cinta, flota a todos los vientos; siempre hay algún anhelo que arrebata y alguna convención que refrena’. El personaje de Emma en la obra del francés, se enamora de otro hombre y así empieza una cadena de acontecimientos que rompen la santa estructura del matrimonio y las apariencias que, aún en esa época del siglo XIX, aún no eran tabúes completamente rotos.
Aquí Verónica, el personaje de Odgers, en su viaje desesperado de querer huir de la infelicidad, se enamora de no sólo uno, sino de dos hombres, de uno más que otro, que sin embargo reflejan el mismo pesar del que su protagonista huye: uno de sus amantes representa todo lo nocivo que ella no quiere, el compromiso excesivo, la lealtad a fuego, ese ‘berrinche’ de sentimentalismo que nadie anhela en una relación pero que se hace presente indiscutiblemente. Y el otro que, fatídicamente, no logra concretarse por el destino, el destino que nos roba lo más preciado y que nos hace valer como nunca. Y nos hace aprender.
Rabia, sociedad, opresión, sexo, hijos, amigas, degradación, frustración, mujeres, hombres, matrimonio, aburrimiento, trabajo, género, roles, perdición, emancipación, amor, odio, esperanza, liberación. En los catálogos del American Film Institute se acostumbraba anunciar una serie de conceptos que se relacionaban directamente con la obra audiovisual o la obra literaria en que se basaba. En el caso de ‘Más silenciosa que mi sombra’, sería una cadena de conceptos similar a las de arriba: todos drásticos, fuertes, listos para explotar, para indagar. Con la mente y los sentidos abiertos. Un gesto noble.
La marcada geografía que empapa el relato (por el origen de su autora), logra ceder aún más veracidad, una verdad carnal que se consolida cuando relata ciertos lugares o venas de la ciudad de Concepción, como si fuese la palma de su mano. Las calles roídas, la citación de los cafés antiguos, el frío, las plazas, el verde, el mar, el aire, son todos elementos urbanos típicos que logran demostrar una fuerza tremenda y que además son la lectura del carácter pedregoso y con ansias de libertad que tiene su protagonista, más aún si un lector que lee la novela es de la región.
Además la vorágine que sufre Verónica realizada muchas veces con sus amigas por las noches, de alguna manera, rompe con el prejuicio de que mujeres maduras vayan a lugares típicos de entretención y juerga, sino que frecuentan bares alternativos de música electrónica y rock e, incluso más atípico aún, discotecas de ambiente gay lésbico, donde se desdibuja el género, la vestimenta, los modismos, el lenguaje y los estereotipos sexuales de cajón, y su protagonista, como en pocos pasajes de la novela, se ve enfrascada en una realidad considerablemente diferente y fascinante, aprendiéndola a valorar por su naturaleza radical y poniendo a juicio su propia realidad, observando con otra lupa el mundo.
‘Tengo un día; si lo sé aprovechar, tengo un tesoro’, decía Gabriela Mistral. Aquí, Odgers constantemente trata de aprovechar los días y las noches, a medida que avanza el relato, cuando comienza a resquebrajarse de su angustioso sitial y pone todo en duda. Todo.
Una novela como ‘Más silenciosa que mi sombra’ nos lleva a despojarnos de un retrato sano y aceptado de relaciones sexuales matrimoniales a la vieja usanza chilena y sentimental, sobretodo en el género femenino. Podemos ver a Calígula, las películas de Ingrid Bergman, de Woody Allen, el programa de la doctora Polo por televisión, pornografía barata, leer poesía violenta o al Marqués de Sade, a la Isabel Allende, a Pía Barros, tener en cuenta las más audaces ramificaciones posibles en el arte y la literatura sobre erotismo y sexualidad, lo más radical posible, pero siempre lo más sanguinario y difícil de digerir será lo que tengamos a metros nuestros y en su estado más sutil y peligroso: la cotidianeidad misma. Y lo doloroso que es tener que vivir una vida marcada por el aburrimiento y el fastidio diario, pero con una gran luz esperanzadora hacia el final, enfrentando los peores miedos: el miedo al qué dirán, himno nacional de nuestro comportamiento criollo, y el miedo a la vergüenza frente a toda una sociedad.
El mismo título de la obra contribuye a enfrentar esos miedos: la sombra de uno(a) jamás nos dejará, pero delata todos nuestros fantasmas que nos persiguen a diario. Y uno, como dueño de esa sombra, aprende a guardar silencio. Más del que debe. Para ver qué espectáculo seguirá.
Una novela como la de Odgers, nos invita (más en particular a las mujeres chilenas contemporáneas de edad media, casadas, heterosexuales, despojadas de todo pasatiempo e incluso de tiempo para ellas mismas) que se miren en un espejo y vean si todo está en orden o no, si todo está como quisieran o no. Es, a mucho atrevimiento, la novela más cruda y sensata sobre la falta de amor en una relación que se supone que ante los ojos de la sociedad y de Dios es íntegra y sacrosanta, que haya leído en mucho tiempo.
‘Más silenciosa que mi sombra’ de Ingrid Odgers hiere el sexo y el amor, pero también los eleva a un estado de desamparo total, de éxtasis que sólo se puede experimentar con la pérdida de un amor y la confusión más turbadora, de no saber si estamos actuando correcta o incorrectamente, si es deleznable, si es corrupto, si es viable, si es posible, si es imaginable que una mujer en la madurez de su vida, pueda tener otra oportunidad de ser feliz, con o sin hijos, con o sin marido. Aunque, en realidad, ¿Qué debiera importar tanto considerando el caótico y variopinto estado actual del mundo?
FEDERICO KRAMPACK
OBRA: NOVELA DE TU SANGRE CAUTIVA
INGRID ODGERS TOLOZA
EDITORIAL SEGISMUNDO – 2014
POR: ROSSANA ARELLANO GUIRAO
Con aquella mención de “LOS HERALDOS NEGROS” del poeta peruano, César Vallejo, y unas cuantas citas desde la primera hojeada, ya el libro de la escritora Ingrid Odgers Toloza, Concepción, Chile, marca un rumbo de una narración matizada de ideas claras y como si de un árbol se tratase, iré directamente al tronco y su irregularidad rugosa, hasta que aparezcan con claridad y simpleza las ramas, por las que he de transitar. La voz que sueña y aprovecha el eco o pueda ser el eco mismo de quien narra ofreciendo su lenguaje y presencia de modo narradora en primera persona, quien se descuelga por un costado o definitivamente camina silenciosamente entrelíneas. (Aquella eterna falta de oportunidad para mostrar nuevos talentos, especialmente a personas que residen en provincias). Domiciliada en el Sur, resulta lógico que se abandere casi en ofrenda, con el dolido estandarte de los “ninguneados”. Dolor, desamparo, amistad, amor, realidad, ficción, resentimiento, aceptación, etc. Donde la conformidad, no se conjuga en el vocabulario de Ingrid Odgers, definitivamente sería una especie de pecado ofrecido a la cautividad de la palabra. Las ideas entonces, pasan a ser como medidas métricas y parte de un proceso de auto sanación o llamado de justicia, si así se le prefiere llamar. -“El viento tira hacia el Sur y rodea el Norte, va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo”. “Los ríos todos van al mar y el mar no se llena, al lugar donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo” El Predicador- Eclesiastés 2,3. Buscamos la sabiduría, nos dedicamos de corazón, hasta alcanzar a ver en la fatiga del ojo, que no quedará memoria de lo que ya ha sido. Con un lenguaje claro y cargado de imágenes descriptivas, múltiples metáforas, agradables ironías, que invitan a integrarse, acepto establecer mi tiempo en el andén de la escritura que se me ofrece y llorar, reír o bailar con las letras, que, sin pretensión de obligar a nada, vuelven, como el viento, para nacer de nuevo. Como si de una orquesta múltiple o más de tres de ellas se tratase, sin vanidad la palabra se engrandece y pasamos a ser también un instrumento en nuestra responsabilidad como lectores. El personaje central, “Isabel Miranda” cuenta de su amigo “Pedro” quien en su infancia fue favorecido por una situación económica holgada, con los años pasa a convertirse en escritor-poeta, motivo por el cual la mayoría del tiempo no tiene ni para comer. Cuestión que por lo demás no le quita el aliento, ni su gran pasión por las letras. Sea acaso Pedro, la oración de Isabel y ambos, hijos de oración del llamado de Odgers, al decir durante toda su obra (materia pendiente para tanto escritor que marca la diferencia): – “Oye, tú, que me lees, mantén abiertos tus ojos y atentos los oídos, que no quedes atrapado en el sistema tan manoseado, nos habla este, “DE TU SANGRE CAUTIVA”. No es alabanza ni adoración, no beso mandamientos de la letra, sin embargo, abrazo como propio el grito mismo y me levanto, para habitar un tiempo Salomónico, que se produce en la magia de la escritura y nos permite dejar de ser víctimas, sin ruegos, sino que fortaleciendo la dignidad del escritor al cual o se le niegan los espacios o definitivamente les atrancan las puertas. Es así como en “Conjugación” lo manifiesta Isabel, quien narra y es amiga de infancia, de quien tanto admira: “Pedro” …CITO: “Ustedes preguntarán ¿Qué puedo admirarle? Responderé en tal caso: su perseverancia, la repulsión total a lo material. La capacidad de crear y el como un Isaac, ofrecido en sacrificio a Dios, para ser consagrado a una vida superior, sin lugar específico en el plano terrenal, creciendo en espíritu para ser luz, en el llamado a la conciencia humana. desenfado que le permiten el intelecto y el espíritu con que fue dotado”. Entonces diré, que todo tiene su tiempo y su hora. El privilegio de la amistad y el afecto sincero, trasciende a pesar que el ajetreo de la vida se encarga muchas veces de alejar a las personas. Hay que arrancar las páginas de la Guía del Egoísta y celebrar pactos silenciosos, espíritu a espíritu. -El ser humano se reserva la toma de conciencia con la realidad, se produce como una especie de juego psicológico. La mente es un instrumento exigente, obviamente dependerá de la madurez y situaciones de vida de cada quien. El proceso evolutivo de crecimiento se construye de acuerdo a los principios que la mente domine. Dice Ingrid Odgers, en su libro “De tu sangre cautiva” – Efecto Mariposa- “Leer nos cambia, tú lo sabes bien, asevero, la lectura nos descubre realidades que transforman nuestra forma de imaginar, de amar, de pensar. Esto me hace recordar, aquellos que conocemos como, el Efecto Mariposa, su nombre proviene del antiguo proverbio chino “El aleteo de las alas de una mariposa, se puede sentir al otro lado del mundo”. Ya sabes, la interpretación es que la realidad no es mecánica y no es lineal, o, dicho de otra forma, que el hombre y la ciencia son incapaces de predecir y controlar la realidad, y que existe un orden en los acontecimientos aparentemente aleatorios. Sin darnos cuenta, ocurren cambios”. -Se señala reiteradamente a lo largo del libro que el hombre tiene una doble naturaleza; psicofísica y espiritual, ambas naturalezas como hermanas gemelares van unidas. ¿Esperamos tal vez un cambio? Existe algo más a lo largo de todo el libro y es la cuestión sexual, ese amor-adoración, por momentos tierno, en otras con una rabia tremenda, en ese querer-no querer, un pulseo acumulado por años, como si el carro del sexo, quisiera ser galopado por mil jinetes, pero existe mucho más que se extrae en un universo sin fronteras que generosamente Ingrid Odgers, nos entrega, sin necesidad de pancartas ni cartas de invitación. Cuestión que se agradece. En “De tu sangre Cautiva”, existe un contenido simbólico y universal, un aferrarse a los valores sin permitir el anquilosamiento de ellos. No se trata de una amistad pretendida, sino de aquella que ha cumplido todas las etapas y sin temor a caminar, sin dejar de mirar atrás, con certeza que no ha de convertirse en estatua de sal, “Isabel” no se envilece en el tiempo de los hombres, sino que hábilmente aprovecha la evolución humana que camina entre prejuicios que encadenan el alma. Ingrid Odgers, casi como en un acuerdo tácito, logra que el lector troque su propio estado de conciencia y honre los sueños del hombre, encontrando respuestas a interrogantes de vida, que no por comunes, dejan de inspirarnos sin desbaratar el lenguaje que llevamos cada uno de nosotros. Si bien es cierto, existen, acumuladas energías, todas ellas se presienten, liberan y alcanzan su ciclo de evolución y cúspide, cuando desplegamos el espíritu con hambre como si la palabra fuese un maná. Elige la autora, una senda donde no pocos han sido tentados, la “narrativa”. Ingrid Odgers, despliega así sus cartas sobre la mesa, sin blufear, lo que desde ya constituye un triunfo, sin manipulación de relatos y con una lógica que resulta clara de entender, nos hace retornar a la riqueza de ese “ser humanos” que sabe las consecuencias de lo que significa dejar el mundo material y la ambición, que esclavizan. Tal vez existe la posibilidad de intercalar frases como en una “llamada de atención” a lo que pesa ser escritor en Chile, específicamente y no sólo resistiendo ser mujer, sino que además residir en provincia. No tocamos madera, ni nos vestimos de rojo o nos vamos por las ramas o nos caemos a las matas, ni buscamos nuestros ecos a ras de suelo, cayéndonos de borrachos perdidos. Con dificultad se hace tarde para vociferar de cierto modo, que no se cumplen promesas, que aquellas mal llamadas “vacas sagradas” nacieron y se perfilan sin nada de sagrado, y el hilo de la espera, al parecer tiene un sólo extremo.
Hay gente muerta y sin remedio se quedan adosados en bifurcaciones de la asquerosa “política” de los trepadores, y lo que resulta del todo vergonzoso es que no tienen madera o si algún día la tuvieron, hoy está todo tan podrido, que nos hace torcer el cuello por lo irrespirable. Puedo decir, que el pasado es pesado, en nuestro Chile, Mistral, Neruda, Lihn, Rokha, Rojas, Teillier, Castro, Huidobro, etc.
He visto calaveras que sujetan en silencio la puerta de salida de izquierda a derecha, de zurdo a diestro y están también los
domadores de serpiente del hoy que anidan a la sombra o definitivamente son tan descarados que publican libros con un arte que se queda nada más en el silbido o siseo. -De la tierra puede nacer pan, procurar que toda mano hambrienta se sacie, es un sueño inocente. Sin embargo, si con humildad te conviertes en el pan mismo, tu tiempo no será huérfano. Queda decir que la madera de sándalo de su escritura, edifique y sean multiplicados los caminos de Ingrid Odgers Toloza, Isabel-Pedro, nunca siervos, sino ESPÍRITUS LIBRES.
Rossana Arellano – ESCRITORA-POETA
Agosto -2014
DE EN LAS FRÍAS RODILLAS DEL MUNDO
POR NICOLÁS MIQUEA CAÑAS-SANTIAGO 2005
INGRID ODGERS EN LAS FRÍAS RODILLAS DEL MUNDO
¿Desde dónde escribe una mujer cuando escribe? Desde dónde habla y desde dónde, voluntaria o involuntariamente, debe callar. Y algo más importante aún: desde qué lugar es leída y desde dónde es escuchada. Si un libro, como éste de Ingrid Odgers, se plantea desde la cotidianeidad de la mujer, y su apreciación de género confrontado con los valores establecidos, resulta indudable que el problema más importante con el que se tocará es con el de territorialidad. El patriarcado no concede a la mujer más espacios que no sean los ya preestablecidos. Y uno de los espacios que jamás le ha concedido es el de la palabra. La mujer, entonces, no estaría ni antes ni después de la palabra. Ella sólo estaría inmersa en la realidad del lenguaje, una entidad que, dadas estas circunstancias, definitivamente no sería de su propiedad. Por eso es que, respecto de la literatura, según palabras de la investigadora Adriana Valdés, “el papel ‘femenino’ por excelencia es el del silencio” (1). Su poesía devendría, entonces, como resultado de un discurso, naturalmente, instaurado desde mucho antes por quienes detentan el poder. Como un producto más de la repetición de los “viejos argumentos de estereotipos de género” (2). De allí la sumisión que se presupone, de partida, en los textos de la poesía escrita por mujeres y la ya insidiosa y reiterada pregunta: ¿se puede decir que exista una escritura femenina? Interrogante que no alude a lo sustancial de su obra: un “contenido experiencial de ciertas situaciones de vida que retratan la ‘autenticidad’ de la condición-mujer”, sino a poner en duda su capacidad creadora de objetos artísticos, a través del lenguaje, como bien lo define Nelly Richard (3). Esta es, entonces, la carga adicional con la que parte la mujer que escriba un libro de poesía. No sólo debe luchar por encontrar un estilo adecuado a su proyecto de escritura, sino también debe luchar contra los ancestrales condicionamientos sociales que, bajo el plano de una dependencia y pasividad sociocultural, la relegan al silencio o a la mera repetición de los discursos ya hechos por los hombres.
Cuando nos aproximamos al torrente de poesía que fluye por las páginas del libro En las Frías Rodillas del Mundo, no podemos sino remitirnos, preliminarmente, a estos condicionamientos ancestrales. Ello es una cosa de honestidad ante un poemario que no tolera máscaras ni medias tintas. Estos poemas no son moneditas de oro para agradar a todo el mundo ni epigramas livianitos de sangre para intercambiar formalidades. Así como la poeta desnuda su ser a cada paso ante nosotros, sus lectores, lo menos que le debemos, quienes accedemos a abrir los ojos en su viaje por los tres momentos del libro, es ir hacia sus textos desprovistos de prejuicios y sin plantilla retórica alguna que encasille de antemano sus versos.
A partir de estas arbitrariedades, los territorios que reclama la hablante de En las Frías Rodillas del Mundo, o cualquier otro libro escrito por una mujer, en consecuencia, ya tendrían autor. Porque el amor ya lo tiene y suele ser sinónimo de El Cantar de los Cantares, de Bécquer, de Neruda, Eluard, Rojas, y siempre envuelto en una mirada masculina con su palabra y su sentimiento del mundo y su definición de la mujer. Ya que según nos acota nuevamente Adriana Valdés, la mujer, desde una mirada masculina, no hace poesía, sino que ella es poesía (4). Nos puede bastar para ello recordar la conocida rima de Bécquer que concluye con el verso: poesía eres tú. Existe un Verbo que desde el principio de los tiempos ya tiene nombre masculino. De allí que desde la primera vanguardia, gestada a partir de los años veinte (Neruda, Huidobro, De Rokha), hasta nuestros días, la historia de la poesía chilena se considere oficio hombres. ¿Y dónde ubicamos a Gabriela Mistral? ¿Se puede, en su caso, hablar de una escritura femenina? ¿O fue una travesti que escribía como los hombres, pero los superó en su propio terreno? Si su poesía no tiene algo propio, sólo inherente a su género, si no es considerada la fundadora de ismo alguno, ¿cómo se explica, entonces, que no se haya quedado anclada en el modernismo rubendariano, como por lo demás lo hicieron la mayoría de sus compañeros de generación? Es que, indudablemente, hubo en ella algo más. Un algo más que encarna lo otro dentro de la poesía chilena, pero no en referencia a la escritura y manifiestos vanguardistas de los Neruda o los Huidobro de turno; sino en relación a sí misma, porque en el decir de Simone de Beauvoir, refiriéndose al tema de la mujer, “por un privilegio único, ella es una conciencia” (5), un ser creador pleno capaz de crear sus propios caminos. Pero, en realidad, no sólo hubo un algo más en Gabriela Mistral, sino que también como ella hubo muchas más. Y entre ellas la poeta Winétt de Rokha y Teresa Wilms y María Luisa Bombal. Por eso, en el caso del libro que hoy nos convoca, En las Frías Rodillas del Mundo, la poeta Ingrid Odgers es una voz que reclama sus propios temas: no el amor ya cantado, sino lo materialmente femenino y sus opciones sociales y sexuales. No la palabra (ya dicha), sino el lenguaje en su totalidad como objeto que le entrega la posibilidad de un habla particular y a su medida. No los sentimientos (ya definidos por la palabra de un Adán vertical y totalizante), sino la conciencia de sí misma y una mirada crítica sobre la de los demás. O, dicho de otro modo, se trata de subvertir, perturbar el modelo establecido por la poesía masculina y de desafiar a una sociedad evidentemente patriarcal oponiéndole una cosmovisión femenina. Así es como la poesía de En las Frías Rodillas del Mundo abre y explora sus propios territorios, sin sujeción ni delimitación alguna de las habituales y amables zonas de rebeldía socialmente permitidas a la poesía escrita por mujeres.
El aquí y el allá de esta escritura se mueve a través de un marco que se extiende y entrecruza lo público con lo privado. Entre aquello que habitualmente no se dice y se guarda dentro del cálido entorno familiar y la denuncia de lo que, a menudo, dócilmente se acepta como el ordenamiento de una moralidad hecha a la medida de quienes la rigen. Por eso es que aquí la poeta Ingrid Odgers no busca ni mantiene complicidades con la preservación de estructura cultural alguna. Sólo es fiel a sí misma y en palabras de la misma hablante de sus poemas ella viene a ser el resultado de “la furiosa marea que me toca vivir”. Lo puramente privado, sobre todo el mundo de la infancia de quien conduce el hilo poético en el libro, se evidencia, fundamentalmente, en El Dolor, que es la primera sección del libro No obstante pese a que alguna vez dice haber tomado “la sopa delicia de mi madre” (poema Tazas Vacías) ya está latente, desde entonces, el germen de las múltiples trizaduras de esta viajera inclaudicable por los más recónditos pliegues de su conciencia. Pero la ruptura y el dolor serán aún mayor que lo previsible, porque hay momentos en que se reúnen en un solo poema tiempos y espacios, cronológicamente distantes (pero síquicamente mezclados en la angustia), porque la poeta no nos está hablando ya sólo de la fractura de su infancia, sino que del quiebre de las relaciones al interior de la familia que ella, ya en su adultez, había logrado establecer. Así el momento poético conlleva un doble sufrimiento y de este modo lo evidencia cuando escribe: “El huerto se derrumbó/ el silabario del amor filial/ los hijos crecieron/ la magia desapareció en el motor del tiempo” (poema Trizadura).
En la primera parte del libro, El Dolor, formalmente se privilegia lo enunciativo, un decir que más que nada rememora, que vuelve a pasar por el corazón muchos de los episodios que, posteriormente, desencadenaran en El Temporal (segunda parte del libro), el choque emocional que hará predominar lo apostrófico por sobre lo descriptivo. Es una sección del libro de índole esencialmente contestataria, ante la hipocresía y dobles estándares de nuestra sociedad, donde la hablante asume, contra viento y marea, ardientemente sus opciones de vida. Primero, como mujer, y, luego, como poeta. Siempre de la mano de unos cuantos de sus íconos literarios más cercanos (Rimbaud, Cernuda, Mistral, Lihn, Rojas, Lemebel), Así lo dice en el texto Divorcio donde da cuenta de una verdadera poética, en que se entremezclan vida y poesía, a través de los siguientes versos: “… la libertad adquirida/a punta de lanza y palabra”.
Los momentos más relevantes, a nuestro entender, de la segunda parte de este trabajo están marcados por los poemas, El Temporal y Capítulo Cerrado. Pese a que no son poemas correlativos ni es éste el orden en que aparecen en el libro, creemos que el primero marca el clímax de la devastación interior y la voluntad de la poeta de asumir su situación de proscripción cuando nos revela: “Alguien robó mi corazón/y estoy proscrita/devorada por los tábanos/han venido a lapidar mi vereda”. Y luego desde el poema Capítulo Cerrado, texto (a nuestro entender) eje del libro, se irradian los efectos y definiciones de las objetividades representadas, a través del canto, tanto hacia la primera sección de En las Frías Rodillas del Mundo, como hacia la parte final, La Resurrección, donde dice: “La belleza se ensancha en mil lágrimas/ Se abre la caja de Pandora/ es posible reencontrar la paz musitamos”. Asentando con esto que es en la poesía donde la poeta Ingrid Odgers posee sus mayores fortalezas y las dimensiones más consecuentes y productivas de su ser. Ese ser que afronta la responsabilidad de abrir la caja de Pandora, no para guardar o callar las consecuencias de sus actos o los misterios que de ella emerjan, sino para compartirlos (en sus dichas y desdichas), aunque sea en susurros, con otros tantos más que, al igual que las múltiples voces de Ingrid Odgers, viven en la eterna lucha por preservar el derecho a la esperanza.
Cuando en la parte final del libro, La Resurrección, la hablante dice: “La poesía se ha apropiado de mí. /Y nace y muere y renace”. Perfectamente, podríamos nosotros, sus lectores, invertir estos versos de su libro y decir que es Ingrid Odgers quien se ha apropiado de la poesía. Y ya la tiene en territorio propio. Podemos decir, y con regocijo, que es Ingrid Odgers quien nace, muere y renace. Porque en estos tiempos ya no se podría hablar de poesía por la poesía ni del su sacrificio de ésta en aras de la pura realidad. El equilibrio, podemos advertir, se da entre los términos de que todo autor tiene su ficción, pero, a su vez, toda ficción tiene su biografía. Lo cual viene a ser el estilo y la verdad que conviven en un libro. Es la proporción que lo hace un objeto artístico único, pero sin dejar de ser la cifra que representa toda una vida: la de aquella poeta que lo escribió y que, a menudo, resultó ser una extraña en el devenir de su propia historia, una viajera del desamor y la poesía, como lo dice en el texto Paralelo, en que podemos leer estos hermosos versos: “Forastera del tiempo/peregrina del canto/descifro los signos”. Es la poeta Ingrid Odgers, a contracorriente, desarticulando y reconstruyendo las diversas maneras en que imaginamos nuestro acontecer y nos soñamos a nosotros mismos.
Nicolás Humberto Miquea-Cañas
PREMIO MUNICIPAL DE LITERATURA
SANTIAGO 2005
COMENTARIO NOVELA MAS SILENCIOSA QUE MI SOMBRA
Autora: Ingrid Odgers Toloza
Iniciamos este comentario teniendo presente que según el pensamiento de Roland Barthes la intención de un autor al escribir una obra, no es el único anclaje de sentido válido a partir del cual se puede interpretar un texto. Barthes, considera que se pueden encontrar otras fuentes de significado y relevancia en la literatura, debido a que el significado no lo entrega el autor, sino que es creado en forma activa por el lector a través de un proceso de análisis textual. Es decir, un texto puede tener diversos significados dependiendo siempre de la reacción que tenga el lector ante la obra literaria. Considerando la pluralidad de significados que ofrecen las historias, entregaré a continuación un breve análisis de la obra “Más silenciosa que mi sombra” de Ingrid Odgers.
La autora plantea una visión de la escritura y de la cotidianeidad que es femenina, lo que implica, censura y abandono de lo patriarcal, una negación de los arquetipos existentes. Denuncia las formas de cultura y de pensamiento que sobre elevan lo masculino como visión de mundo.
Técnicamente, el estilo de la autora es indirecto, narrador (a) protagonista. Verónica es el personaje central, quien nos relata su propia historia, lo que le ocurre, lo que hace y lo que siente. Su vocabulario es coloquial y culto. Describe con exactitud personajes y hechos. La atmósfera que predomina a través del libro es de extrema soledad interior. El tono contribuye a la atmósfera por la forma en que la autora nos narra la historia.
En cuanto al contenido, el tema principal: la vida de una mujer, sus relaciones de pareja, sus sueños, esperanzas y decepciones está fuertemente enlazado a una espera consciente o no, de la plenitud del amor, se advierte un anhelo íntimo, desgarrador que nace de la intensa soledad que tan bien retrata la atmósfera en la que se desenvuelve la historia.
Ingrid Odgers, es una autora cuya actitud ante su obra es nostálgica, íntima, despliega una literatura que emociona al lector (a). Presenta con destreza un trabajo reflexivo, creativo. Destaco, como en toda obra de Odgers, el tono que mantiene durante el transcurso de toda la historia.
En la estructura narrativa de esta obra literaria existe una extraordinaria fluidez, todas las acciones ostentan una naturalidad que permite ese goce que el lector(a) desea encontrar: lo mantiene atento (a) y puede reconocer el procedimiento literario a que se someten los hechos, se rinde ante la trama, de la cual llega a sentirse partícipe. El lector (a) asimilará perfecta y fácilmente el universo interior de la protagonista, y se impregnará del vacío, la desolación y la entereza.
Una novela para leer y reflexionar. Un nuevo y valioso aporte de Ingrid Odgers a la literatura nacional.
MARÍA CRISTINA OGALDE CÁRCAMO
escritora, narradora, crítica literaria
Talcahuano, enero 2006
CRÍTICA LITERARIA AL LIBRO DE POEMAS «GALERÍA»
UNA OBRA DE INGRID ODGERS
De Nuestro Bio Bío – año 2009
Por Alex Palacios Jara, periodista colegiado y Documentalista Audiovisual- Registro Periodista Número: 4.359
“Temores de quedar eternamente rodeada de sombras”, “estancando los latidos”, “Las aguas no alcanzan las dunas”, “sed sedienta de exclamaciones”, “con mi nuca los pies danzan en la retina de la noche” , “tu cuerpo se deshace entre mis manos como pájaro en el cielo”, “animal de fuego en el subterráneo de la historia”, “la razón no es eterna”, “una crítica polémica y un puño de acero”, entre otras frases claroscuros son una seguidilla de palabras de algunos de sus escritos más representativos que forman una fina melodía o al contrario, son graves contestatarias, y fiel reflejo de imágenes del subconsciente que Ingrid Odgers extrae de su interior y tira como dagas o envuelve como ternura. Su creación; obras y escritos, son una multitudinaria relación surrealista, o una cercanía a lo estridente, un remordimiento en la conciencia, una sombra que aparece fuera de tiempo y se agranda en el apogeo de nuestra prosperidad; un recuerdo bien o nunca bienvenido, una perpetua mortificación recurrente, un agujero en el monedero, un oportuno huésped del orgullo; un menoscabo al éxito, una mancha en la sangre, un borrón en el escudo, una rotura en la ropa, un sapo en el dormitorio.
Corresponde aclarar que el estridentismo, es un movimiento literario que nació en los últimos días de 1921, con el «Manifiesto Actual N° 1» del mayor exponente de esta corriente, el poeta Manuel Maples Arce quien respondió a una preocupación de renovación literaria. La teoría estridentista debe mucho al futurismo y dadaísmo, principalmente en la impetuosa admiración por la belleza de las máquinas y la irreverencia de autores como Maples.
La teoría de esta forma literaria se resumió en las siguientes declaraciones: «La verdad estética es tan solo en estado de emoción incoercible desarrollado en un plano extravasal de equivalencia integralista. Las cosas no tienen valor intrínseco posible y su equivalencia poética florece en sus relaciones y coordinaciones, las que se manifiestan en un sector interno, más emocionante y más definitivo que una realidad desmantelada. Para hacer una obra de arte es preciso crear y no copiar. Nosotros buscamos la verdad en la realidad pensada y no en la realidad aparente. Todo debe ser superación y equivalencia».
La poesía de Odgers se relaciona con este movimiento de vanguardia, hay un trabajo indiscutible: la búsqueda de una rebelión en lo artístico y en lo literario tal como en su tiempo lo hiciera Manuel Maples Arce y otros representantes del estridentismo.
Su obra desde “Ángel Dormido” a “De Tu Sangre Cautiva” transmite de una época a otra ese “llamado de cazadores perdidos entre grandes bosques”.
Se hace necesario insistir en la unidad indisoluble de la poesía de Ingrid Odgers, el desasosiego, el amor, la libertad. Esta trilogía ha llegado a constituir el punto central de su obra, como una actividad dirigida hacia el descrédito permanente a todos los dogmas sociales, éticos y religiosos. Su poesía explosiva que emana de “Paraguas y Carrillas”, “Perímetro Inútil”, “En Las Frías Rodillas del Mundo” y de “Los Elefantes no Duermen” son una de sus principales voces de aquella trilogía. Tiene mucha luz con una sinceridad total. Con claridad y exactitud, y antes de cualquier otra cosa hace luz en las sombras de la imaginación, se transforma ésta en su hada madrina, excavando en el amor, el desencuentro, el sueño, la muerte, la locura, los mitos, la libertad…etc.
La poeta Ingrid Odgers ha sido y es creadora de imágenes poéticas; la más entrañable buscadora de lo insólito, como “una surrealista de tiempo completo” que pretende transformar el mundo, cambiar la vida. Su espíritu poético es de seres en permanente rebelión, de creer en las utopías. A veces pareciera extralimitar los instintos con el consiguiente reconocimiento de los valores irracionales y oníricos. Pareciese que Ingrid Odgers estuviese mirándose a través de su propia antología por un segundo en el espejo de su actividad juvenil, de carácter prolífico y creador.
La obra poética de Odgers transita la línea simbolista-surrealista. En toda la poesía hispánica anterior al Romanticismo – desde las cantigas medievales, al Romancero, a la gran poesía manierista y barroca del Siglo de Oro y en la literatura del siglo XVIII -, aparece una distinción neta entre pensamiento y elaboración onírica o, en otras palabras, entre la comunicación de la vigilia y la del sueño. Así, lo que se sueña está libre de las reglas morales que rigen la vida en sociedad y el honor de una doncella no se compromete por el hecho de que su amante la sueñe entre sus brazos.
En el Romanticismo, en cambio, y precisamente después del «siglo de las luces», el mundo del sueño y lo nocturnal se transforman en el ámbito privilegiado de la poesía. Bécquer convive con sus fantasmas y la poesía nace de estos seres fantasmales, producidos por el sueño y que están hechos de la sustancia del sueño. Como habría dicho más tarde Rafael Alberti, Bécquer abrió «en la frente sin corona del cielo/ la primera dinastía del sueño». Esos seres son el sueño mismo y por tanto encarnan el Ideal, que se contrapone al mundo de la realidad, concebido como material, banal, dominado por el pragmatismo y, de consiguiente, vulgar y cruel.
En el marco del Modernismo entendido como rebelión romántica contra el positivismo del poder político y de la cultura dominante en la América Latina, Rubén Darío usa una amarga ironía para oponer el pragmatismo y los valores burgueses — aun cuando aparezcan enmascarados de apertura intelectual, come se ve ya en su célebre relato El rey burgués — al sueño del Ideal poético, en el que habrá de reconocer al alma misma americana, que sueña, ama, vibra.
En la literatura contemporánea, en cambio, el mundo del sueño y el mundo de la vigilia se confunden de tal manera que ya no es posible distinguir entre uno y otro. El ejemplo más emblemático es el cuento de Borges, Las ruinas circulares, donde un experto soñador logra construir, mediante manipulación chamánica del sueño, una criatura que se confunde con la realidad. Al final descubrirá humillado que él también es una imagen vana de otro sueño:
Caminó contra los jirones de fuego. Éstos no mordieron su carne, éstos lo acariciaron y lo inundaron sin calor y sin combustión. Con alivio, con humillación, con terror, comprendió que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.
Cortázar, tampoco es ajeno a la fascinación de lo esotérico y de lo mágico como una erupción insospechada de lo cotidiano, prefiere el acercamiento psicoanalítico al sueño. Reconoce en éste un instrumento de penetración en los meandros más profundos de la psiquis, donde el «otro», la alteridad, el oscuro habitante, se revela, en contraposición con la «persona», conocida y luminosa:
El sueño, esa nieve dulce
que besa el rostro, lo roe hasta encontrar
debajo, sostenido por hilos musicales,
el otro que despierta.
Ambos autores provienen de una iniciación vanguardista que les ha dado la libertad de acercarse, en el caso de Borges a las culturas arcaicas y al mundo mágico-mítico y en el caso de Cortázar al surrealismo y por ende al psicoanálisis.
Dice Rubén Darío: «Mas la América nuestra, que tenía poetas / desde los viejos tiempos de Netzahualcóyotl, […] que tiembla de huracanes y que vive de Amor; […] vi-
ve./ Y sueña. Y ama, y vibra»; cfr. A Roosevelt, en Cantos de vida y esperanza (1905).
La poesía de Odgers intenta llevarnos hasta donde el sueño y la vida cotidiana dejan de oponerse. Es una poeta de espíritu noble, generoso y de genuina creación, lanzada en mas de una aventura literaria, aprovechando las nuevas tecnologías como Radio Web -medio de difusión estratosférico- de “Internacional Poesía Contemporánea” además de crear y conformar equipos culturales en sus diversos talleres y ponencias literarias de la región del Bío- Bío y sobre todo cofundadora del Centro de Investigaciones Culturales La Silla, y en igual medida su labor como gestora cultural es bien reconocida. Asimismo, crea además y forma el programa de Literatura en Televisión “Porque Escribí”. Ingrid Odgers no destaca solo como poeta y gestora cultural sino también incursiona como ensayista, novelista y crítica literaria.
Sin duda su entusiasmo literario y su dinamismo la colocan en el centro de la vida artística e intelectual de la ciudad de Concepción. Ha sido testigo de un extraordinario número de encuentros y tertulias poéticas, vivencias que bien podrían formar un riquísimo anecdotario, envidiable cajón de recuerdos.
La poeta Ingrid Odgers es una de las personalidades que ejerce fascinación intelectual inmediata, tanto por su apariencia como por su compostura, es lo más distante que pueda pensarse de una persona impositiva, del que pretende imponer un criterio o decisión por encima de los demás. Tiene, además, una necesidad muy grande de escuchar, rasgo raro entre intelectuales. Eso la hace más cercana y asequible. Ha puesto su vida y su pluma al servicio de la poesía, con una virtud viva, dinámica y creadora.
Organizadora y crítica a la vez. Hacedora de revistas y libreros de poesía. Notable poeta que muchos jóvenes aprecian en sus talleres literarios.
El único mensaje que los artistas pueden dar a los otros hombres; viejos y jóvenes, es su obra, y como dijera el gran poeta y literato mexicano Germán List Arzubide, representante del “estridentismo”, “Y si esta me habla o anima a lograr un mensaje artístico, con el deseo de que algún día otro hombre, cuando yo no sea más que polvo del polvo, se conmueva ante alguna de mis creaciones, y sienta el impulso de seguir en los que está creando y que ha realizado ya”.
Seguramente en el futuro no muy lejano a Ingrid alguien dedicara a su obra la atención que merece.[1]
[1] NOTAS:
1.- Ponencia de Pablo Jauralde Pou, Un viaje literario de ensueño.
2.- Rafael Alberti, Tres recuerdos del cielo. Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer, en
Sobre los ángeles (1927-1928), Madrid/Buenos Aires, Alianza/Losada, 1982, p. 85.
3.- El Modernismo, dice Octavio Paz, es «nuestro verdadero romanticismo»: cfr.
Cuadrivio, México, Joaquín Mortiz, 1965, p. 28, y luego, p. 48 y sig.
4.- Poesía onírica y sueños contados en la obra de Álvaro Mutis. Martha Canfield – Università Ca Foscari di Venezia